Ir al contenido principal

Abres la puerta.

Abres la puerta.
La cierras tras de ti. Te quedas mirando al salón. Pongo mis manos sobre tus hombros. Te beso el cuello, bajo tu oreja derecha.
Sabias que esto pasaría, te dejas hacer. Te muerdo ligeramente el lóbulo de la oreja. Mis labios están separados mínimamente por un suspiro continuo. Notas no aliento, rozandote el cuello, bajando a tus hombros. Oyes mi respiración. Mis labios te acarician.
Cierras los ojos. Las tiras que sujetan tu vestido, rojo, se deslizan hacia tus brazos. Las acompaño con mis dedos. Mís manos aprietan los extremos de tus hombros, pero mis dedos te acarician retirando las tiras del vestido. Caen solas a lo largo de tus brazos. Sientes la brisa que provocan al caer. Y se detiene al llegar a tus codos.
Cada vez tienes mas calor. Y mis manos. A pesar de estar secas, cada vez están mas calientes. Mis labios se juntan en tu hombro derecho. Mojados, por la compañía que les hace mi lengua en su camino hacia tus brazos. Mojados por tu propio sudor.
Mi boca regresa de tu brazo derecho. Vuelve recorriendo tu espalda. Por encima del limite de tu vestido. Se detienen en tu columna. Con mi nariz en tu nuca. Se detienen para suspirar.
Tus ojos no se han abierto. Mis labios ya no se detienen. Continúan. Ávidos, secos, deseosos de ti. Cada gota de sudor que cae en ellos les duele, pero les gusta. Las desean. Las necesitan. Caminan veloces sobre tu hombro izquierdo.
Mis labios ya no quieren mas sudor. Quieren tu boca. Te quieren a ti. Me preguntan por tu lengua. Se preguntan cuando se encontraran con sus gemelos perversos. Con sus homólogos femeninos. Mas torneados. Mas rojos. Mas apasionados. ¿Estarán hambrientos?¿Tan sedientos como lo están ellos?
No puedo esperar. Un movimiento brusco. Un giro. Un golpe de tu espalda con la pared. Abres los ojos. Tus pestañas se levantan. Se revuelve el aire de los dos centímetros que separan nuestros párpados. Mi palma aferra tu cuello como si fuese la ultima roca a la que agarrarse antes de caer al precipicio. El precipicio de tu cuerpo que se que inevitablemente voy a recorrer.
Mi pulgar sujeta tu barbilla. Suspiras entre dientes. Mis labios se acercan. Mi boca tiene tanto hambre de ti que solo permite a mis labios rozarte una centésima de segundo. Mis dientes, mis colmillos, muerden tu labio inferior, se escapa, vuelvo a por él. Mis labios evitan el mordisco. Me detienen para acariciaras con los tuyos.
Mi boca gira levemente para permitir a mi lengua participar de la bacanal en la que se ha enfrascado. Tu inclinas tu cabeza, deseas lo mismo. Tu mano se aferra a mi nuca para evitar que mi lengua escape de la prisión de tus labios.
Pero lo consigue. Mi lengua escapa. Mi cabeza se echa atrás. Consigue un poco de aire. Mi cerebro localiza a mis manos. Se habían perdido en tu cintura. Sobre tus caderas, estrechándolas con las mías.
Les ordenan que suban. Que tu vestido sobra. Mi cerebro se alegra. Dos puntos al borde del vestido le avisan de que no llevas sujetador. Será fácil. La orden a las manos es clara. Bajad el vestido hasta las caderas mientras la boca hace su labor.
Y las manos y la boca obedecen. Las manos bajan el vestido hasta las caderas. Lentamente. Al mismo tiempo que mi cara se hunde en tu pecho. Besando el espacio libre entre ellos.
Una descarga recorre tu cuerpo cuando tus pezones se liberan de la atadura del vestido. Otra cuando terminan de hacerlo tus pechos. Mi lengua y mis labios, que hasta entonces habían estado atrapados entre tus pechos, se retiran.
Mis manos sujetan tus pechos. Mis dedos indice y pulgar sujetan tus aureolas. Mi lengua debe cumplir su misión ella sola. Recorre cada centímetro de uno de tus pechos. Trazando espirales. Dejando a los labios participar sólo cuando ella debe recuperar su humedad.
Finalmente llega a tu aureola. Se esconde. Los labios cierran un circulo a su alrededor. Y atrapan a tu pezón en una húmeda y caliente cárcel. Mi lengua. Antes valiente, espera a atacar cuando tu pezón ya este cubierto del embriagador veneno que ha resultado ser la saliva. Como una araña que espera paciente a que su víctima este perdida.
El momento llega. Mi lengua tantea el camino. Roza tu pezón. Mis colmillos lanzan una punzada. Te sobresaltas. Suspiras. Fue una sola milésima de segundo. Mi lengua ahora ataca en una frenética danza. En un imparable enredo que apenas aguantas. Tus manos se enredan en mi pelo. Tus nervios les lanzan descargas. Pero ellas no las entienden. No saben que hacer. Se aferran a mi pelo, tratando de evitar que mi lengua se escape otra vez.
Pero se vuelve a escapar. Se lanza a la aventura de recorrer tu cintura. De bajar hasta tu ombligo.
Mientras, mis manos atrapan el borde de tu vestido. Parado en tus caderas. Lo deslizan muy despacio junto con lo que queda de tu ropa interior. Mis labios recorren con minúsculos saltos el camino hasta tu monte de Venus, aun tapado por tu vestido.
Al llegar al comienzo de este. Mis labios se trasladan al comienzo de una de tus ingles. La recorren despacio, acompañados de mi lengua y mi ya abrasador aliento entrecortado.
Sabes que me excita verte excitada. Sabes que me encanta estar bajo tu control a pesar de que ahora no puedas mantener el control sobre ti misma. De hecho, tus manos luchan por llevarme mas abajo. Me empujan contra tu entrepierna a la vez que me tiran del pelo, en un gesto que describe la terrible impaciencia que se ha apoderado de ti.
Sigo bajando. Por fin, tu vestido llega al comienzo de la fina línea que termina de separar tus piernas. Por fin le doy el primer beso.
Tu vestido cae, queda a tus pies. Donde sabes que ya me tienes. Mis manos se aferran a la parte posterior de tus muslos. Al final de tus nalgas.
Mi lengua baja. Apenas la punta de si misma consigue atravesar la frontera, lanzas un suspiro. Arqueas tu cuerpo. Tu pelo cae sobre el comienzo de tu espalda. Tu monte de Venus se hace mas prominente, ofreciendose a la jugada.
Mis manos de recogen. Te aprietan. Tiran de ti para que mi cara quede aun mas cerca. Mi lengua ha llegado al final de la línea. Atraviesa por completo la frontera. No necesita volver a mi boca para mojarse. Nada en tu interior buscandote. Se levanta. Deshace el camino andado, pero ya no lo hace de mi lado de la frontera. Lo hace dentro de ti. Subiendo. Abriendo la línea, buscando cierto monte, en el que se clava cual bandera de conquistador. El país conquistado acepta a la visitante extranjera de buen grado, se abre, exponiendo sus secretos.
Mi lengua, la extranjera, no viene sola. Mis dedos, los extranjeros, entran tras ella. La extranjera ofrece su discurso, voraz, feroz, desde su nuevo púlpito. A veces se enreda en una idea, dándole vueltas sin llegar a ninguna parte. Pero al pueblo no le importa, se recrea en la idea.
Tus manos aprietan mi cabeza contra ti. No quieres que pare. Quieres que mi lengua siga bailando ese fabuloso tango con tu clítoris.
Al notar mis dedos en tu entrada, sabes que es lo que han venido a buscar. Se lo pones fácil. Separas las piernas para que la búsqueda sea mas cómoda. Notas como suben en tu interior, como entre mi lengua y las yemas de mis dedos solo hay una fina porción de ti. Y de repente lo notas de verdad.
Cuando mis dedos se posan en esa zona rugosa de tu interior, poco mas arriba de donde se encuentra mi lengua, tus suspiro se convierte en un gemido. Y el gemido pasa a ser un "si".
Te tengo. Me tienes. Aprieto mis dedos, tu clítoris sobresale mas. Mi lengua lo atrapa, lo retuerce. A veces mi boca lo muerde. Esas pequeñas punzadas de dolor te hacen sentir aun mas animal. Eso te gusta, desprenderte de tu naturaleza humana por un rato. Liberarte de preocupaciones, tabús y complejos. Solo disfrutas.
Permaneces así durante un rato. Tus gemidos se vuelven mas fuertes, los "sies" ahora son "sigue" para convertirse en varios "ya". Justo en ese momento, mis dedos salen, mi lengua hace un ultimo recorrido completo a lo largo de la línea, por fuera y por dentro, sobretodo por dentro.
Me pongo en pie. Te bloqueo entre mi cuerpo y la pared. No te importa, no te querías marchar a ningún lugar. Levanto tus piernas y las enredo en mi cintura. Solo estas sujeta por mi tronco y mis manos, que te mantienen atrapada por debajo del pecho. Cubriendo casi por completo las costillas y parte de la espalda.
La extranjera y sus aliados tampoco venían solos. Traían compañía. El discurso desde aquel púlpito resulto ser pura falacia política. Ahora comienza la guerra.
Mis dedos colocan la carga al borde de la entrada de la frontera. ¿Le cederás la entrada acaramelada por el discurso o tendrá que ser ella misma la que se abra camino?
Eso, querida, queda a tu elección.

































Comentarios

Entradas populares de este blog

La primavera es un gato

«Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad.» Cortázar era un hombre de gatos. Cualquiera que sea de gatos entiende lo que quiere decir. Estamos acostumbrados a querer a las personas sin medida. Amar con toda nuestra alma y energía. Destruirnos por completo para demostrar a aquel ser amado que estamos completamente rendidos a sus pies, absortos y desprovistos de vida sin su presencia. Perros tristes sin amo. Cachorros sin guía. Pero un gato no quiere ser amado de esa manera. Querrá abrazos, pero no muchos. Caricias mientras deje de picar y hasta que vuelva a picar. Si la piel escuece, quizá es demasiado amor. Quizá es demasiado cariño. Quizá es posesión. Y a los gatos no se les posee. No tienen dueño. Las personas, aunque no lo sepan, tampoco. No todas lo aprenden de inmediato. La mayoría no lo hace nunca. Pero quien lo hace, sabe qu

Accidente H-23

Hoy me encontrado con una sorpresa en Urbanity , Robeitor , a partir de una foto de Ifiunes , ha escrito una historia, ¡y me ha incluido!. Muchas gracias Robeitor, me ha hecho mucha ilusion. Os pongo la foto y la historia: Davizuki miró a Ricote y ambos decidieron cerrar los ojos justo en el momento del despegue, era la primera vez que viajaban en helicóptero, y sin embargo no fue del todo como lo hubieran imaginado. Cuatro eran las horas que llevaban esperando en el crecido cesped del Vicente Calderón rodeados de habitantes del distrito, y cuatro eran las horas que llevaban soportando el reptar de los numerosos insectos que pasaban de las plantas a sus cuerpos a la altura de las rodillas. Nadie hubiera podido imaginar esta imagen de Madrid en tan poco tiempo, parecía como si pequeños y consecutivos problemas se hubieran superpuesto unos sobre otros en los últimos años. Cuando en  2011 las voces de alarma económica y medio ambiental comenzaron a elevarse sobre las noticias

Diagonal

Te dormiste en diagonal atravesando mi pecho y la cama. A pesar de lo complejo de la distribución, tú allá en el Eixample de las sábanas y yo aquí en mi Gran Vía de las almohadas, encontré la forma de adaptarme a este problema geométrico. La solución no era otra que la más evidente: Envolverte. Envolverte en besos de miradas sin labios para no despertarte. Envolverte con sábanas de polvo de luna llena, mucho más ligeras que la caliza de mi tierra. Envolverte con la oscuridad de las pestañas que sellan tus párpados. Adornarte con la luz de velas acunadas en vasos de cristal hechos con la arena de aquella playa de Sosua Y allí me dormí, en las orillas de los lunares de tu espalda. En este barco pirata mecido por las olas del viento de tu pelo. Soñé. Soñé con teletransportarme a la Diagonal. Con cruzar el Paseo de Gracia en Diagonal. Entrar a tu oficina saltando escalones en diagonal y sentarte en esa mesa con las piernas en diagonal. Soñé con resolver este problema de aquella distan