Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2018

El frío de las noches de lluvia

El frío de las noches de lluvia me recuerda madrugadas tristes. Pero también es la segunda parte de un plan repetido año a año. Capitulo cuarto. Previo del quinto, el de las flores, la alegría y el calor. Dentro de la imagen del caos, la foto del desorden, la aletoriedad y el sinsentido, se repite cada vez esta secuencia del viento, la lluvia y las flores. La ira, la tristeza y la ilusión. Después, la alegría y la pasión. La monotonía, la caída y finalmente la nieve del invierno de cada ser. Nada es eterno salvo el orden inherente al camino desde y hacia esa eternidad. En la consciencia de los límites de la existencia también parece haber una constante, la de quién se da cuenta de que sólo ha vivido un par de días cálidos en febrero, cuatro soles de marzo y aún, o ya, está en abril. Queda camino por delante: mucho, poco, la mitad. Queda el camino consciente. El de saber lo que viene, lo que uno puede esperar de los siguientes ocho meses. Ocho de los que vivirás seis. Los últimos d

Volamos

Nada importa. La vida dará siete mil piruetas antes de que nuestros caminos se crucen. Tras tanta acrobacia, la probabilidad de que ambos permanezcan paralelos y cercanos es ínfima. Pero no importa. La fantástica broma. El carril de lo estético. La sonrisa final. Nada importa. Nada es grave, crítico, importante, imprescindible. Nada importa. Así que ¿Para qué hacerlo? Porque nada lo impide. Una vez desprovistas de su valor, las ocasiones dejan de existir, y por tanto dejan de hacerlo también los límites. Así que se puede hacer. Y si se puede, se debe. Movamos la oportunidad hacia adelante. Repliquemos una y otra vez la decisión lógica más básica. La que reduce, minimiza y anula la importancia de cada cuestión. Nada es tan grave como queremos pensar. Aceptando esta premisa como realidad absoluta, dejamos de perder el tiempo en el bloqueo del miedo y aceptamos el paso adelante que nos empujará a volar o morir. Volar o morir. Nada importa. Volar cuesta abajo por el bosque, esquivan

Secuencia

Volar, andar, vino, tabaco, besos, cerveza, vino, pasta, vino, su culo, sexo, cerveza, vino, cerveza, vino, cocaína, sexo, cocaína, música, tequila, Camarón, ron, baila descalza, tequila, Suiza, ron, Danny Boyle, agua, Son Banya, Danny Boyle, sol, dormir, playa, tormenta, calma, tormenta, volar.

Las libretas

Tengo que desempolvar las libretas y transcribirlas aquí, como haré poco a poco con los textos sueltos que están enterrados en las esquinas del cajón donde guardo tus fotos. Hasta que se quede vacío, hasta que no quede nada dentro y todo esté fuera, ajeno a mí.

Hiroshima

Hiroshima. La muerte devastadora. Un instante de dolor. El final. Los seres humanos podemos asumir la muerte en la medida en la que nos llega impuesta de forma imprevista, indolora e instantánea. No es la muerte en sí la que duele sino la conciencia sobre el hecho. Estar en el anillo exterior. La agonía de saberse muerto de forma irremediable. Estar aún más alejado, ser un espectador. Creer que los demás vivieron una agonía que no fue tal. Sentir esa agonía en uno mismo. Podemos aceptar la muerte, pero no el dolor. Sufrimos el dolor y ambos, dolor y sufrimiento, son proporcionales a la consciencia sobre el error que creemos que es nuestra existencia. El sinsentido que supone vivir tal impacto. Tantas cosas vividas, sobrevividas, superadas… Para nada. Para sufrir así. Otra vez. Y es que, si es nuestra consciencia la que nos hace sufrir, deberíamos perder esa consciencia para ser felices… O no, puesto que perderíamos la consciencia sobre la felicidad. Son siempre dos. Oscuridad