Érase una vez, en una ciudad a ciento sesenta kilómetros del mar, una niña que no quería ser princesa pero que nació para ser Reina.
La reina de corazones. Pero no hablamos de la egocéntrica Reina de Corazones que imaginó Lewis Carroll. Hablamos de Mi Reina, la Reina Pirata.
Mi Reina navega en el Mediterráneo, pero atracará en mi puerto en treinta días, tres horas y cincuenta y siete minutos.
Mi Reina Pirata bebe café solo y ganaría a Paul Newman si en lugar de comer huevos, hubiese que beberse una botella de ron para escapar de la cárcel.
Mi Reina Pirata es patrón de barco. Gobierna un bajel italiano con el nombre en dorado. Junto a su tripulación navega en cada rincón del Mediterráneo en duras batallas contra visitantes rusos o asiáticos.
Mi Reina Pirata tiene un castillo en una isla. Y desde él rige los vientos que mecen mis sueños. Vientos que encienden velas en lugar de apagarlas. Vientos que me queman por dentro.
Mi Reina sabe de mis cicatrices y yo sé de las de Mi Reina. Las mías se ven pero las suyas no. Y en las de ambos crecen alas con las que saldremos a volar de noche.
Mi Reina combate casi cada día, y a pesar de todos los combates, nunca una herida pudo robarle los lunares. Los he contado, son quince. Cómo las quince rosas blancas que forman un ramo.
Mi Reina se sienta frente al Mediterráneo a pensar en sus cosas de Reina. A veces llora. Intento que se vaya lejos de lo que le hace llorar, pero también le traigo un poco del olor del Mediterráneo para que se sienta como en casa.
Mi Reina es hermosa. Con corona, con coleta, con vestido, en el gimnasio vestida como quien va a un concierto de rock y vestida sólo con sus lunares.
Mi Reina baila. Baila como el diablo. Baila como los ángeles. Mi Reina baila "rico".
Mi Reina no está aquí, y "me siento cabrón" porque no está aquí. Hoy no es su cumpleaños, pero eso no importa, si el día es largo busco algo que la reconforta.
Mi Reina se merece todos los besos posibles, las llaves para abrir su corazón irresistible, mil flores para entregarle a mi manera y un sol para que le ayude a despertar sin mí. Lo tenía en un cajón y he ido a IKEA a comprar un baúl porque me faltaban un barquito de vela, un viento de levante y un pentagrama para componer una canción con notas de colores.
Mi Reina no roba a nadie, pero a mí me robó el corazón como una criminal, cri-criminal. Será porque tiene un flow demasiao' de criminal, cri-criminal.
Mi Reina es absolutamente absolutista, como Felipe V. Yo era republicano, pero ahora soy absolutamente monárquico porque entre nosotros no hay orden jerárquico.
Mi Reina navega en el Mediterráneo, y ya solo quedan treinta días, dos horas y cuarenta y cinco minutos para que atraque en mi puerto.
La reina de corazones. Pero no hablamos de la egocéntrica Reina de Corazones que imaginó Lewis Carroll. Hablamos de Mi Reina, la Reina Pirata.
Mi Reina navega en el Mediterráneo, pero atracará en mi puerto en treinta días, tres horas y cincuenta y siete minutos.
Mi Reina Pirata bebe café solo y ganaría a Paul Newman si en lugar de comer huevos, hubiese que beberse una botella de ron para escapar de la cárcel.
Mi Reina Pirata es patrón de barco. Gobierna un bajel italiano con el nombre en dorado. Junto a su tripulación navega en cada rincón del Mediterráneo en duras batallas contra visitantes rusos o asiáticos.
Mi Reina Pirata tiene un castillo en una isla. Y desde él rige los vientos que mecen mis sueños. Vientos que encienden velas en lugar de apagarlas. Vientos que me queman por dentro.
Mi Reina sabe de mis cicatrices y yo sé de las de Mi Reina. Las mías se ven pero las suyas no. Y en las de ambos crecen alas con las que saldremos a volar de noche.
Mi Reina combate casi cada día, y a pesar de todos los combates, nunca una herida pudo robarle los lunares. Los he contado, son quince. Cómo las quince rosas blancas que forman un ramo.
Mi Reina se sienta frente al Mediterráneo a pensar en sus cosas de Reina. A veces llora. Intento que se vaya lejos de lo que le hace llorar, pero también le traigo un poco del olor del Mediterráneo para que se sienta como en casa.
Mi Reina es hermosa. Con corona, con coleta, con vestido, en el gimnasio vestida como quien va a un concierto de rock y vestida sólo con sus lunares.
Mi Reina baila. Baila como el diablo. Baila como los ángeles. Mi Reina baila "rico".
Mi Reina no está aquí, y "me siento cabrón" porque no está aquí. Hoy no es su cumpleaños, pero eso no importa, si el día es largo busco algo que la reconforta.
Mi Reina se merece todos los besos posibles, las llaves para abrir su corazón irresistible, mil flores para entregarle a mi manera y un sol para que le ayude a despertar sin mí. Lo tenía en un cajón y he ido a IKEA a comprar un baúl porque me faltaban un barquito de vela, un viento de levante y un pentagrama para componer una canción con notas de colores.
Mi Reina no roba a nadie, pero a mí me robó el corazón como una criminal, cri-criminal. Será porque tiene un flow demasiao' de criminal, cri-criminal.
Mi Reina es absolutamente absolutista, como Felipe V. Yo era republicano, pero ahora soy absolutamente monárquico porque entre nosotros no hay orden jerárquico.
Mi Reina navega en el Mediterráneo, y ya solo quedan treinta días, dos horas y cuarenta y cinco minutos para que atraque en mi puerto.
Comentarios
Publicar un comentario