Tu risa. Tu sonrisa. Tu boca. Tus ojos.
No saber qué decir. No ser capaz de hacer más que mirarte con cara de idiota.
El hombre más inútil del mundo ante el cegador destello de tu alegría. El hombre más aterrado del mundo atravesado por tu mirada. Aterrado ante la idea de que se me acabe esta droga que es el viento que nace en los abanicos de tus pestañas.
Este dealer anónimo me ha traído mierda dura. De la buena. Tan buena que se ríe de mis tonterías, que besa mis ocurrencias.
He tenido que ir al médico. Un tal Martínez me ha dicho que aunque me haga transfusiones para limpiarme, no va a funcionar. Que esta droga nueva es atómica, cuántica, que me afecta sin tocarme, sin beberla, sin respirarla.
El médico, Martínez, dice que sí... Que con toda seguridad voy a morir antes o después. Pero con suerte, la droga llega hasta el final de la vida. Que es como una inmunodeficiencia... Que con ella sería normal y podría hacer todo lo que quisiera hacer en la vida. Que sólo hay que cuidarse, comer mejor, hacer ejercicio, vida sana, para vivir más y mejor. Que durará para siempre y que merece la pena.
He salido de la consulta convencido. Habrá que ir hasta el final y seguir adelante. Adelante.
Comentarios
Publicar un comentario