Hay quien dice que sentir es sinónimo de estar vivo. Me temo que ni me gusta lo que siento, ni me gusta lo que vivo. Desgraciadamente, soy un inconformista. Puedo tratar de ocultar lo que siento, puedo omitir lo que veo, puedo disimular que el fuego me quema por dentro. Pero no puedo evitar quemarme.
Nunca resulta el momento adecuado para decir lo que pienso, porque, simplemente, lo que pienso es inadecuado. Nunca resulta buena idea hablar de cualquier cosa, porque cualquier cosa no es una buena idea. Paradojas, burdas rimas, frases mejor o peor escritas. Fuego, niebla, frío. Viento, sed, vacío. ¿Quién rige mi destino? Si no soy yo quien lo controla, ¿Quién lo esta controlando?. ¿Soy una marioneta o me estoy equivocando?
Me siento incapaz de aceptar lo que siento, lo que vivo, lo que veo, lo que sueño. Incluso lo que sueño. Ya controlo hasta mis propios sueños ¿Qué significó esto o lo otro? ¿Por qué mire aquello y no seguí adelante? ¿Por qué está tan lejos el horizonte y tan vacía mi vida? Las frases me resultan incompresibles hasta mi, que simplemente tecleo impaciente lo que me pide mi mente. Simplemente convierto en poesía las sátiras de mi vida. Simplemente huyo de lo que no puedo controlar, como los ciervos de los incendios, como los caballos del ruido. Un caballo negro rige mi corazón, impetuoso, desbocado, lleno de vida, veloz, hermoso. Un corcel blanco rige mi mente, calmado, taimado, también hermoso, pero no esta desbocado. Luchan entre ellos, tratan de competir por quien será el primero, por captar la atención de su amo. Pero el amo no se preocupa, duerme, sólo siente el espectáculo, ya ni siquiera lo mira, ya ha abandonado su vida.
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