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La primavera es un gato

«Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad.» Cortázar era un hombre de gatos. Cualquiera que sea de gatos entiende lo que quiere decir. Estamos acostumbrados a querer a las personas sin medida. Amar con toda nuestra alma y energía. Destruirnos por completo para demostrar a aquel ser amado que estamos completamente rendidos a sus pies, absortos y desprovistos de vida sin su presencia. Perros tristes sin amo. Cachorros sin guía. Pero un gato no quiere ser amado de esa manera. Querrá abrazos, pero no muchos. Caricias mientras deje de picar y hasta que vuelva a picar. Si la piel escuece, quizá es demasiado amor. Quizá es demasiado cariño. Quizá es posesión. Y a los gatos no se les posee. No tienen dueño. Las personas, aunque no lo sepan, tampoco. No todas lo aprenden de inmediato. La mayoría no lo hace nunca. Pero quien lo hace, sabe qu
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Sacrificio

 Minerva, te van a decir muchas veces en la vida que se han sacrificado por ti. Puede que tú también pienses que te sacrificaste.  Pero no hagas ningún sacrificio. Haz lo que quieras hacer y no dejes de hacer lo que quieres. El sacrificio es renunciarse. No te sacrifiques por nadie. Ni siquiera por este viejo que te escribe, tu padre.  Haz cosas para los demás porque quieres hacerlas, sin renunciarte. Ama y déjate amar por quién siga esa regla. Porque más bonito que un sacrificio es que alguien te diga sonriendo, feliz,  "hice esto para ti".

19.03.2020 -- Día 5 del Estado de Alarma en España por COVID-19

No puedo dormir. Ayer me desperté más allá de las 5 de la tarde. Son casi las 11 de la Mañana. "Sólo" llevo 16 horas despierto. He perdido todo tipo de rutina y horario. A José Miguel no le gusta mi tos. Sale corriendo cada vez que toso. A veces me dan ataques de tos muy seguidos y ya no puedo respirar, me quedo respirando fuerte por la boca. Sólo en ese momento se acerca, me mira con ojos curiosos y maúlla. No sé si mañana seguiré vivo. Y no lo sabía hace un mes, antes de todo esto. No lo he sabido nunca. Pero esta vez se siente diferente, como si todo el mundo hubiese caído en la cuenta de repente, de que hoy puede ser el ultimo día de sus vidas. Y ante eso cualquiera se siente frágil. No creo que muera de coronavirus. No estoy contagiado. Llevo casi 2 semanas encerrado en casa y de ser así, a estas alturas sería incapaz de respirar por mí mismo. El desconocimiento ante la muerte ha existido casi siempre en mí. Salvo ese día en el que efectivamente estuve a punto de m

Paraguas

Llueve. A los gatos no nos gusta la lluvia y para mayor agravio, hace viento. Pocas cosas me parecen más desesperantes que el uso de un paraguas. Especialmente los días de viento. Se dobla, se gira, crujen las varillas. Tengo la sensación de estar más mojado que lo que estaría de no usarlo. Con cada vuelta del tejido a contraviento, me desespero, refunfuño , maldigo al inventor. Un paraguas es un suplicio. Alcanzo mi destino, dolorido, cansado, golpeado. Me duelen los oídos, me duele el cuello y me duelen de frío las manos que sostienen mis dedos arrugados. Hay mayor tortura que caminar con un paraguas y es hacerlo sin rumbo. Sin embargo, nos he imaginado a ambos, a tí y a mí, paseando sin prisa bajo la lluvia en cada tarde de Noviembre a Marzo. ¿Vienes?

Las velas de la Señorita Mistinguett

La Señorita Mistinguett está dormida. Estoy lleno de paz porque ella está tranquila. Por fin descansa. La guerra entre los comerciantes italianos y chinos tiene el Mediterráneo patas arriba. Cañonazos, banderas y estrategias a las puertas de la recepción de Milán. Infinita burocracia de embajada aburriendo a mi Reina Pirata. Tensiones innecesarias para una tripulación que sólo quiere navegar. Amanece. Adelante. Tierra adentro camino del Pirineo. En dirección contraria, trescientos un kilómetros por hora para abarcar seiscientos dos millones de milímetros desde el Mediterráneo hasta La Vaguada. Ciento sesenta y cinco centímetros de besos sobre las toallas del emperador gallego. Incontables caricias para memorizar las piernas infinitas de mi emperatriz. Miles de burbujas de jabón a veinte plantas del suelo, a micras del cielo. Mis matemáticas se han puesto al servicio de la Señorita Mistinguett. La Reina Pirata ha encargado velas nuevas para el barco. Nuevos rumbos, nuevas formas

La droga cuántica

Tu risa. Tu sonrisa. Tu boca. Tus ojos. No saber qué decir. No ser capaz de hacer más que mirarte con cara de idiota. El hombre más inútil del mundo ante el cegador destello de tu alegría. El hombre más aterrado del mundo atravesado por tu mirada. Aterrado ante la idea de que se me acabe esta droga que es el viento que nace en los abanicos de tus pestañas. Este dealer anónimo me ha traído mierda dura. De la buena. Tan buena que se ríe de mis tonterías, que besa mis ocurrencias. He tenido que ir al médico. Un tal Martínez me ha dicho que aunque me haga transfusiones para limpiarme, no va a funcionar. Que esta droga nueva es atómica, cuántica, que me afecta sin tocarme, sin beberla, sin respirarla. El médico, Martínez, dice que sí... Que con toda seguridad voy a morir antes o después. Pero con suerte, la droga llega hasta el final de la vida. Que es como una inmunodeficiencia... Que con ella sería normal y podría hacer todo lo que quisiera hacer en la vida. Que sólo hay que cuidarse

Diagonal

Te dormiste en diagonal atravesando mi pecho y la cama. A pesar de lo complejo de la distribución, tú allá en el Eixample de las sábanas y yo aquí en mi Gran Vía de las almohadas, encontré la forma de adaptarme a este problema geométrico. La solución no era otra que la más evidente: Envolverte. Envolverte en besos de miradas sin labios para no despertarte. Envolverte con sábanas de polvo de luna llena, mucho más ligeras que la caliza de mi tierra. Envolverte con la oscuridad de las pestañas que sellan tus párpados. Adornarte con la luz de velas acunadas en vasos de cristal hechos con la arena de aquella playa de Sosua Y allí me dormí, en las orillas de los lunares de tu espalda. En este barco pirata mecido por las olas del viento de tu pelo. Soñé. Soñé con teletransportarme a la Diagonal. Con cruzar el Paseo de Gracia en Diagonal. Entrar a tu oficina saltando escalones en diagonal y sentarte en esa mesa con las piernas en diagonal. Soñé con resolver este problema de aquella distan